Una ojeada por España

A algunos nos encanta viajar, incluso están los que se guardan los billetes de avión, de tren, de autobús... (entre los que me incluyo), como su mejor recuerdo. Cuando llegamos no paramos de contar a todo aquel que se nos pone por delante nuestra última aventura y no faltan aquellos que se ponen a contar con sus propios dedos cuántos países hemos visitado. Pero a veces no nos damos cuenta de algo: ¿qué hemos visitado de nuestro propio país?

Por suerte, puedo decir que yo sí he intentado conocer esos pequeños rincones que se esconden entre dos estrechas calles de Cuenca, he subido la escalinata de Teruel, he volado a la tranquila Menorca, he visto los curiosos hórreos gallegos y juguetones delfines en aguas canarias, he contemplado la majestuosa catedral de Burgos, he comprobado que la conocida playa de La Concha hace honor a su nombre, he visto las carreras de caballos en la desembocadura del río Guadalquivir en Sanlúcar de Barrameda, he contado las piedras de las pequeñas ermitas románicas de los montes asturianos, he paseado por el parque Güell de Barcelona, he recorrido el mismo camino que cada año hacen los toros en Pamplona en los San Fermines, he vuelto a casa con la típica ensaimada mallorquina, he admirado regalos que nos dejaron antiguos asentamientos en España como el acueducto de Segobia, el teatro de Mérida o la Alhambra de Granada, he paseado en burro por por Mijas, he alzado la cabeza para ver el paso de las horas en el reloj de la Puerta del Sol, me he bañado en aguas andaluzas y he probado su pescadito frito, he paseado por las rutas que se esconden por los Pirineos e incluso por las vías de la antigua estación de trenes de Canfranc.

Cuando estamos fuera nos vemos a nosotros mismos como unos auténticos aventureros armados con cámaras de fotos, planos donde no encuentras el norte, crema solar, agua y un buen calzado que aguante todo el camino, pero a veces, no es necesario irse tan lejos.

De ruta por las vías de la antigua estación de Canfranc, escondida entre los Pirineos. Los años no pasan en balde, pero entre los cristales rotos, aún conserva su majestuosidad.

La preciosa localidad de Albarracín, declarada Monumento Nacional. Todas sus callejuelas merecen un millón de fotos, pero tampoco hay que olvidar la muralla, el paseo por el río o las pinturas rupestres.

Las desgastadas gradas del teatro romano de Mérida

El dueño de las horas se alza en Madrid

Almagro recoge las tradiciones manchegas

La Torre del Oro de alza sobre el Guadalquivir, sus muros han creado fantásticas leyendas y contemplado grandes historias 

La imponente catedral mallorquina con vistas al mar Mediterráneo

Un paseo de ensueño sobre las Tablas de Daimiel

La nieve se acerca a Jaca en pleno mes de agosto

Las rocas juegan en las calas menorquinas

 

La Concha desde el Monte Igueldo (si visitas San Sebastián no olvides subir, allí te espera un parque de atracciones inaugurado en el año 1912 de lo más especial... ¡la montaña rusa está prendida sobre el precipicio! pero ¡te la recomiendo!)

He dejado para el final Valencia... todos conocemos la Ciudad de las Artes y las Ciencias, el Miguelete, la Catedral, la Lonja... pero ¿sabías que una de sus plazas esconde la finca más estrecha de Europa?
Te animo a buscarla!

Y como remate, una foto del puente de mi pueblo... no he podido evitarlo. Esta foto no es mía, pero si hablaba de los rincones de España que para mi son especiales, éste no podía faltar.
Puente de Santa Cruz de Moya (Cuenca)

P.D: Me gustaría añadir una pequeña nota que he cogido del libro La Cabina Mágica de Norton Juster "Y recuerda también que muchos lugares que te gustaría ver están fuera del mapa y muchas cosas que deseas saber no están a la vista".

Ahora eres tú el que tiene que decidir qué quiere descubrir!

Fotos y redacción:

Yolanda Menadas Tortajada